TRUJILLO, Perú. - El Papa Francisco alertó ayer en una masiva misa en el norte de Perú sobre los efectos devastadores de las “tormentas”, haciendo una analogía entre las lluvias que azotaron hace un año la zona y la violencia de sicariatos y falta de oportunidades que sufren sus habitantes.
El papa Francisco, que había partido temprano desde Lima en su tercer y penúltimo día de la visita al Perú, fue recibido ayer en el aeropuerto de la ciudad peruana de Trujillo por 70 parejas que bailaban marinera, el ritmo folclórico típico de la zona norte del país.
En el balneario de Huanchaco, junto a la ciudad de Trujillo, cientos de miles de personas escucharon al Sumo Pontífice argentino entre cánticos, rezos y ovaciones adornados con globos y pañuelos blancos y amarillos, pese al calor costero y a que muchos acamparon en el lugar desde la madrugada. En Huanchaco muchos habían acampado en carpas y en sacos de dormir en medio de un ambiente de fiesta para escuchar de cerca al Sumo Pontífice. Mujeres, hombres y niños, que incluso habían llegado desde otras regiones del norte del país, entonaban canciones religiosas agitando fotos de Francisco y aplaudiendo, mientras otros con guitarras tocaban temas alusivos al Papa argentino.
En su homilía, Francisco comparó a los pescadores de esta zona portuaria con la de los discípulos de Jesús. “Así como ellos enfrentaron la tempestad sobre el mar, a ustedes les tocó enfrentar el duro golpe del ‘Niño Costero’, cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes”.
Trujillo, capital de la región norteña de La Libertad, fue golpeada a inicios del 2017 por inundaciones tras seis deslaves de lodo y piedras que destruyeron barrios y balnearios, dejando a decenas de miles de damnificados y graves daños en la infraestructura en el norte de Perú.
El desastre natural, causado por el fenómeno climático llamado “Niño Costero”, dejó 162 muertos y pérdidas equivalentes al 2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). En este contexto, Francisco también alertó sobre los “efectos devastadores” de las “tormentas” que azotan a los habitantes de esta región.
“Se llaman violencia organizada como el ‘sicariato’ y la inseguridad que esto genera; la falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente en los más jóvenes (...); la falta de techo seguro de tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros”, afirmó.
Trujillo es una de las ciudades con mayor índice de criminalidad en el país -uno de los mayores productores de cocaína del mundo-, azotada por extorsiones, asesinatos por encargo y bandas de narcotraficantes.
En Buenos Aires
Mientras tanto, obviando la polémica que se ha instalado en la Argentina por la “no visita” del Papa a su país de origen, a unos 4.600 kilómetros del Obelisco y de su Flores natal, Francisco recorrió ayer el barrio “Buenos Aires”, uno de los más pobres de la ciudad de Trujillo.
Muestras de afecto
El “Buenos Aires” que recibió al papa es uno de los barrios más vulnerables del distrito de Víctor Larco Herrera, con unos 30.000 habitantes distribuidos entre casas de material, muchas aún sin terminar, con calles de tierra que se engalanaron para su llegada.
Jorge Bergoglio recorrió en su papamóvil ante miles de personas la avenida Libertad, que inmediatamente después de su paso fue rebautizada “papa Francisco”, tras la misa multitudinaria que celebró en la playa principal de Trujillo.
Emplazado a metros del Pacífico y con un horizonte de cerros, en el barrio que visitó el pontífice conviven los atractivos escenarios naturales con una amenaza siempre latente: el año pasado, siete huaicos (aludes) inundaron sus calles y provocaron el colapso de más de 500 casas, lo que afectó a unas 11 mil familias.
Pero la llegada del papa, a un día de celebrarse el cumpleaños 75 del barrio, cambió al menos por unas horas los lamentos de las centenares de personas que aún no han podido ser relocalizadas, una situación a la que se refirió Bergoglio en su homilía.
Durante los cerca de 15 minutos de recorrida, incluso los policías aprovecharon para sacarse “selfies” con el papamóvil detrás, mientras centenares de jóvenes con las remeras amarillas de “Joven guardia papal” contrastaban con el color del ladrillo al descubierto de muchas de las fachadas.
Globos, pasacalles con la leyenda “bienvenido Francisco” y hasta una guardia de 60 caballos de raza “paso peruana” vivaron al Papa que en “el otro Buenos Aires” confirmó la pasión que se vive en las calles del país andino con su visita. “Decenas de miles de personas” en las calles, según el vocero papal Greg Burke fueron a saludarlo en su camino entre la playa de Huanchaco y la catedral local, donde rezó en soledad antes de ir hacia al arzobispado de Trujillo.
La última vez que un Papa estuvo en Perú, históricamente conservador y mayormente católico, fue hace tres décadas. El fallecido Juan Pablo II estuvo en la nación andina en 1985 para una visita apostólica y en 1988 para un Congreso Eucarístico (Télam y Reuters).
Punto de vista
No tiene sentido promover un debate acerca de las razones por las cuales el Papa no visitó esta vez la Argentina, en su gira por países vecinos. Gracias a Dios he podido seguir la misa que dio Francisco en Parque O’ Higgins, en Santiago de Chile. Y en la homilía de Francisco están las respuestas. Más allá de alimentar palabras y entrar en polémicas de nunca acabar, la respuesta está en el hecho de ser llamado de Dios, en hacer algo por los demás. Más allá de las discusiones sin fin, el núcleo de todo es Jesús que se ocupa de cada uno. En su homilía por la paz y la justicia en parque O’ Higgins, el papa Francisco ha insistido en trabajar con los que, valga la redundancia, trabajan por la paz. Es Jesús que miró a la multitud. Y no es ideología, sino una manera de ser amado por Dios; y de poner cada uno lo suyo. Dijo Francisco que la primera actitud de Jesús es ver, es mirar el rostro de los suyos. Que no fueron ideas o conceptos los que movieron a Jesús. Que son los rostros, personas; que es la vida que clama a la Vida que el Padre nos quiere transmitir.